31.1.11

contratapa

republico el artículo Merton y la Puerta de Oriente, de contratapa de ayer de Página12, recordando a Thomas Merton.

Por Juan Sasturain
Hoy, 31 de enero, cumpliría años Thomas Merton, un escritor, una persona extraordinaria. No soy un experto, ni siquiera demasiado conocedor de su obra densa, variada y extensa, pero con lo que leí, sé y vislumbro en los reflejos múltiples que dejó entre quienes lo trataron me alcanza. Más allá del mito inevitable que lo rodea, Merton es alguien que uno hubiera querido conocer. El célebre y (literalmente) amable monje trapense de la abadía de Getsemaní, Kentucky, autor –entre tantos otros textos– del inusitado best seller La montaña de siete círculos, en el que narraba el arduo camino de su revelación espiritual y que disparó multitud de solicitudes de ingreso a la orden fue antes que nada un hombre entero, saludable y valiente. Poeta, amigo y traductor de escritores que admiramos, Merton fue –famosamente– inspirador vocacional de Ernesto Cardenal y admirador, traductor y difusor de la poesía latinoamericana. El volumen de su correspondencia que reúne sus cartas a algunos de los tantos y tan diferentes escritores con los que se cruzó es realmente admirable. De Evelyn Waugh a Henry Miller; de Milosz y Pasternak a William Carlos Williams y Ferlinghetti; de Victoria Ocampo y Nicanor Parra, a un pendejísimo Miguel Grinberg.

Merton no era yanqui ni católico en origen; lo fue por decisiones ulteriores. Se eligió así. Nació en 1915 en Prades, Francia, donde sus padres –él, neocelandés, ella norteamericana–, ambos pintores, estaban ocasionalmente. Cuando nació, se radicaron en EE.UU. Pero perdió a su madre de niño, y a su padre de adolescente. Mientras, vivió y estudió en Francia e Inglaterra, aprendió francés e italiano. A los veinte volvió definitivamente a Nueva York. Estudió y se graduó en Artes en Columbia, en 1939, con una tesis sobre William Blake. Ya vivía intensamente, escribía y publicaba y daba clase.

Pero la vocación religiosa lo llevó a ingresar a fines de 1941 como novicio trapense en el monasterio de Getsemaní, en Kentucky, donde se ordenó sacerdote en 1949. Ahí vivió y escribió –con pequeños intervalos de salidas autorizadas– durante el resto de su vida. Thomas Merton murió en diciembre de 1968 a los 53 años –electrocutado, un tonto accidente con un ventilador– en Bangkok, Tailandia, de paso, mientras iba y venía en misiones de su oficio y vocación: una reunión de los monjes benedictinos y cisterciences asiáticos. En esos días había tenido la posibilidad de cumplir un anhelo muy particular: se había reunido con el Dalai Lama.

En la obra de Merton hay para elegir. Desde mediados de los años cuarenta –La montaña de los siete círculos es de 1948– hasta el fin de la década siguiente, escribe, por impulso propio o por necesidades de la orden, maravillosos textos de meditación espiritual, y algunos más o menos burocráticos de historia religiosa y de reflexión sobre la vida monacal. Semillas de contemplación y Las aguas de Siloé son, entre tantas, obras características de ese momento. En la Argentina los fue publicando Sudamericana en su momento.



Ya en los sesenta, y acaso a partir de Cuestiones discutidas, sin abandonar la reflexión espiritual y religiosa, Merton comienza a involucrarse cada vez más en las cuestiones del “mundo” y de su dramático tiempo, produciendo, sobre todo por afuera o al costado de los canales autorizados de la orden, artículos, cartas, análisis, poemas y manifestaciones sobre los temas clave de la época: la perversa Guerra Fría, la irracionalidad de la amenaza nuclear, la locura de Vietnam, la segregación racial y la lucha por los derechos civiles. Esos son los textos y las actitudes –sabias, reflexivas, firmes pero nunca desmadradas, siempre desde un pacifismo alerta– que lo acercan a los jóvenes radicales sesentistas de todo el mundo, y sobre todo con Latinoamérica. Ese es el Merton que leímos / descubrimos en Eco Contemporáneo, El Corno Emplumado y las revistas de la vanguardia poética del Movimiento Nueva Solidaridad, con su emblemático Mensaje a los poetas, de 1964.

Pero a mí en particular, y pienso que a muchos y cada vez más, el aspecto de la obra de Merton que más nos motiva hoy a la lectura y relectura es aquello que produjo sobre todo en el último tramo de su peregrinación espiritual: su acercamiento a Oriente. Hemos escrito al respecto. Uno de sus últimos libros originales, escrito en los primeros sesenta y publicado por la renovadora editorial norteamericana New Directions en 1965 es The Way of Chuang Tzú, Por el camino de Chuang Tzú, en la versión castellana publicada por la colección Visor de poesía en los setenta y reeditada por Lumen de Argentina hace unos años. Es un texto maravilloso.

Hay que subrayar que se trata de una traducción libre o –mejor dicho– de una recreación abierta –“imitaciones”, dice el autor– de muchos de los escritos y enseñanzas del “más espiritual de los filósofos chinos”, Chuang Tzú (o Tchuang Tsé, el del cuento de la mariposa soñada o soñadora que retoman Borges y otros), un maestro taoísta tan sabio como serenamente burlón que vivió hace casi dos mil quinientos años.

En el prólogo, Merton, que no sabía chino pero que estudió con maestros –como el idóneo Suzuki– que sí lo sabían, y que como Ezra Pound poseyó la sintonía espiritual adecuada para conectarse con el original tan distante, explica qué lo acercó al discípulo de Lao Tsé. Describe las afinidades profundas que lo llevaron a sentirse tan cerca de alguien que, como él y otros, eligieron alguna vez el retiro del mundo, la desconfianza en “una vida sometida por completo a presupuestos seculares arbitrarios, dictados por las convenciones sociales y dedicados a la consecución de satisfacciones temporales, que tal vez no sean más que un espejismo”.

Según Thomas Merton, el “camino” de Chuang Tzú, es decir: la elección del silencio, la simplicidad y la negativa a tomar en serio la agresividad, el empuje y la prepotencia que se supone que uno debe exhibir para funcionar en sociedad, mantiene una vigencia absoluta. El camino de Chuang Tzú –siguiendo el Tao Te Ching– prefiere no llegar a ninguna parte en el mundo, ni siquiera en el terreno de algún logro supuestamente espiritual. Y concluye Merton: “Chuang Tzú habría estado de acuerdo con San Juan de la Cruz en que se entra en este tipo de camino cuando se abandonan todos los caminos y, en cierto modo, uno se pierde”. Una perturbadora y hermosa propuesta de vida.

Por el camino de Chuang Tzú, de algún modo la última síntesis, el pensamiento decantado de Thomas Merton, es uno de esos libros conmovedores en sentido literal, pero no como los terremotos espirituales que producen en la adolescencia y juventud Dostoievski, Camus o Nietzsche. Merton-Chuang Tzú requieren haber vivido un poco más. Lo hemos dicho: uno se acerca a esos textos –poemas, breves cuentos, casi chistes– como si fuera a tomar agua. No tienen contraindicaciones. “El gallo de pelea”, “Medios y fines”, “Lo inútil”, “Las tres de la mañana”, “La importancia de no tener dientes”... se le puede entrar por cualquier parte.

El último texto, por ejemplo, “El funeral de Chuang Tzú”:

“Cuando Chuang Tzú estaba al borde de la muerte, sus discípulos empezaron a planear un espléndido funeral. Pero él dijo: ‘Tendré por ataúd el cielo y la tierra; el Sol y la Luna serán los símbolos de jade que pendan junto a mí; los planetas y las constelaciones brillarán como joyas a mi alrededor, y todos los seres estarán presentes como comitiva fúnebre en mi velatorio. ¿Qué más hace falta? ¡Todo está suficientemente dispuesto!’. Pero ellos dijeron: ‘Tememos que los cuervos y milanos devoren a nuestro Maestro’.

‘Bien’, dijo Chuang Tzú, ‘sobre la tierra seré devorado por cuervos y milanos, debajo de ella por hormigas y gusanos. En cualquier caso, seré devorado. ¿Por qué tanta parcialidad contra las aves?’”.

Las cartas, los testimonios de Ernesto Cardenal en los dos primeros tomos de sus memorias –Vida perdida y Las ínsulas extrañas– y el hermoso texto que le dedicó su amigo y editor, James Laughlin, en Ensayos fortuitos, nos aseguran que el tío Tom Merton no hubiera desentonado junto a aquel burlón maestro chino de la vida.

26.1.11

"nadie sonríe como el Presidente"

videocracy - e. gandini

no quisiera extenderme mucho en reseñar esta película, ni quisiera que las imágenes que acompañan este post hablen por sí solas (aunque, obviamente, lo hacen) sino que quisiera más bien indicar el visionado de esta película.




película que es un documental y, a la vez, al verla sentía que excedía al género, que tiene un contacto tan fuerte con la realidad y la historia política y cultural y con los cambios que poco tiene de película. la sentía como un componente de la realidad misma, un motor de cambio en el punto de vista: aquel científico que altera la temperatura de la muestra al introducir el termómetro.




y, también, al terminar de verla, ¿cómo no sentir que nos toca tan de cerca? si vivimos una era donde los poderosos son los que "son vistos" y los canales están inundados por la misma plaga (bailando por un sueño, gran hermano, mujeres de poca ropa insinuándose a los conductores de los más diversos programas; y todo el universo del chimento que alimenta y retroalimenta a la plaga).
¿cómo no pensar en "no podrá ser que dentro de unos años X se postule a presidente? confiemos en despertar antes de que empiece una pesadilla social como la que se deja ver en Videocracy.

21.1.11

señor pájaro-que-da-cuerda

crónica del pájaro que da cuerda al mundo - h. murakami

yo no creía en los best-sellers, hasta que conocí a Murakami. aunque, después de conocerlo más a fondo, me di cuenta de que es el lobo en la piel del carnero. atrás de la aparencia inocente del boom literario se oculta una esencia sutil y perfumada que casi traiciona a esa primera careta de la portada del libro. los acerco al libro que tengo hoy entre las manos, adictivo como ninguno y profundo como pocos: crónica del pájaro que da cuerda al mundo



"Saqué las cartas al jardín, las rocié con aceite y eché una cerilla para prenderles fuego. Las cajas ardieron entre vivas llamaradas, pero el contenido tardó en quemarse más de lo que imaginaba. {...} Era una cálida mañana de verano que anunciaba una tarde tórrida. La camiseta, empapada de sudor, se adhería a mi cuerpo. En una vieja novela rusa, las cartas servirían para alimentar el fuego en una noche de invierno. Jamás para arder en el jardín, rociadas con aceite, una mañana de verano. Pero en la sórdida realidad del mundo en que vivimos, personas empapadas en sudor queman cartas por la mañana, y en verano. En este mundo, uno no puede guiarse por sus preferencias. Hay cosas que no pueden esperar hasta el invierno."

12.1.11

puras almas



p. smith y r. mapplethorpe

10.1.11

adiós

tutú marambá fue el nombre de mi primer libro preferido. contenía dibujos, poemas y algunas letras que después conocí en canciones. estaba escrito por la genial maría elena walsh, que hoy se fue a vivir definitivamente a algún otro reino. me había aprendido muchos de los poemas de memoria y a algunos les había inventado una musicalidad propia, ahora me parecen cortitos pero en ese momento era como si tuviese en mi cabeza todo el conocimiento del mundo. los dejo en presencia de algunas de esas palabras mágicas.





Nada más

Con esta moneda
me voy a comprar
un ramo de cielo
y un metro de mar,
un pico de estrella,
un sol de verdad,
un kilo de viento,
y nada más.

Canción tonta

¡Tilín, tilín, tilín!
El gato y el violín.

La vaca vacuna
se trepa a la luna.

La oveja está sola
con traje de cola.

A la flor canela
le duele la muela.

¡Talán, talán, talán!
Yo soy el capitán.




Canción del pescador

Pez de platino,
fino, fino,
ven a dormir en mi gorro marino.

Perla del día,
fría, fría,
ven a caer en mi bota vacía.

Un delfín
que toque el violín
voy a pescar con mi red marinera,
y me espera
para bailar,
loca de risa, la espuma del mar.

Feo cangrejo,
viejo, viejo,
ven a mirarte el perfil en mi espejo.

Flaca sirena,
buena, buena,
ven a encantar mi palacio de arena.

Señora foca,
loca, loca,
venga a tocar el tambor en la roca.

Pícara ola,
sola, sola,
ven a jugar con tu traje de cola.



Canción de bañar la luna

Ya la Luna baja
en camisón
a bañarse en un charquito
con jabón.

Ya la Luna
baja en tobogán
revoleando su sombrilla
de azafrán.

Quien la pesque
con una cañita de bambú,
se la lleva
a Siu Kiu.

Ya la Luna
viene en palanquín
a robar un crisantemo
del jardín.

Ya la Luna
viene por allí.
Su kimono dice: No, no;
y ella: Sí.

Ya la Luna
baja muy feliz,
a empolvarse con azúcar
la nariz.

Ya la Luna,
en puntas de pie,
en una tacita china
toma té.

Ya la Luna
vino y le dio tos
por comer con dos palitos
el arroz.

Ya la Luna
baja desde allá
y por el charquito Kito
nadará.


las ilustraciones son de otro grande, pedro vilar, al que muchos niños de mi generación (y de muchas otras) habrán agradecido sus maravillosos trazos.

6.1.11

series post-LOST

the walking dead / the event



Viendo series encuentro que era cierto, hay un antes y un después de LOST. El final de la última temporada que pasamos en compañía de los losties fue el inicio de una nueva era en lo que respecta a a la tele yankee. Por un lado, el intento fallido de Flash Forward. Qué triste serie "de final abierto" (por no decir inconclusa) que pretendía explorar un poco más en ese recurso de ir para atrás y para adelante en el tiempo, dándole al espectador para jugar como si fuera el joystick de la Play una especie de palanca de moviola.



Pero a base de errores se aprende y dos nuevas series muy símil-LOST prometen nuevos horizontes: THE WALKING DEAD y THE EVENT.



Con el privilegio de contar ya con una historia fuerte y construida de antemano con imágenes fuertes, por provenir del fértil terreno del cómic, The Walking Dead, se abre paso presentándonos un mundo post apocalíptico sembrado de zombies realmente feos en el que (y acá la acertada "coincidencia") un sucio grupo de sobrevivientes (con presencia de representantes de diferentes étnias, para darle un look aún más lostiano) trata de salir adelante todos juntos y de encontrar la verdad. Las escenas de este nuevo grupito de amigos en su campamento del bosque parecen sacadas directamente de "la isla".
Por otro lado, The Event, abre el segundo capítulo con un accidente aéreo provocado por una "explosión electromagnética ó extraña fuerza tipo agujero negro", ¿les suena? Sumen a eso el componente conspirativo, saltos temporales constantes y la "guerra de bandos" misteriosos y, voilá, otro guión post-LOST para su mesa de todos los días.
Apenas están arrancando pero se dejan ver bastante bien, a llenar los baldes de pochoclo en este caluroso verano y darles una oportunidad a la nueva generación de series.



Una buena noticia, las dos están subidas en Cuevana.

3.1.11

no limits, no control

the limits of control - j. jarmusch



un submundo filosófico, un recorrido hecho de personajes que retratan distintos puntos de vista del discurso contemporáneo y un desafío estético. la mejor película de jarmusch.

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