26.10.08

En mis pagos hay un árbol
que del olvido se llama
donde van a consolarse,
vidalita,
los moribundos del alma.

Para no pensar en vos
en el árbol del olvido
me acosté una nochecita,
vidalita,
y me quede bien dormida.

Y al despertar de aquel sueño
pensaba en vos otra vez
pues me olvidé de olvidarte,
vidalita,
en cuantito me acosté.

Lhasa de Sela

26.6.08

I.
Sobre una rama
del abeto
cae
otra resina
azucarada,
un caramelo.
La abuela:
la cacerola:
mira
y recalienta
y revuelve
el cobre.
Anida entre
la cuchara de madera
lacrada con el sello de antaño,
un ridículo escalafón.
I.
Sobre una rama
del abeto
cae
otra resina
azucarada,
un caramelo.
La abuela:
la cacerola:
mira
y recalienta
y revuelve
el cobre.
Anida entre
la cuchara de madera
lacrada con el sello de antaño,
un ridículo escalafón.

16.6.08

En un teatro vacío dos luces blancas iluminan dos sillas de madera en las que se sientan dos mujeres. Se miran a los ojos. Durante todo el diálogo ninguna gesticula ostentosamente, sus voces son tranquilas y tampoco varían. Empieza el diálogo la mujer de la izquierda.

- ¿Has visto la luz?
- Oh...
- ¿Has visto el color?
- Mhm...
- Quisiera saberlo, si has podido. Es interesante.
- Claro.
- ¿Dónde estamos?
- Iowa.
- Oklahoma, Cincinnati, Connecticut...
- No. Iowa.
- There is no place like home.
- Quizás.
- Siempre he querido tener un borrego, pasearlo con cadenas, un borrego blanco y de nariz rosada.
- Humm...
- ¿Conoceré alguna vez el mundo? Adoro los viajes.
- Sí.
- Mirame, mirame fijo a los ojos, te lo ruego.
- No puedo.
- Desde hace ya años que te deseo.
- Gracias.
- ¿Has visto los árboles verdes del verano?
- Árboles, sí.
- Crecen tan rápido como pueden y aún así no lo notas. Es terrorífico. Una vez, cuando era una pequeña niña, estaba trepando uno y caí sobre la grava dura. Pensé que había sido culpa del árbol que crecía a ritmo desmedido.
- Lamento eso.
- Nunca lo entenderás pero he sido siempre como una pequeña niña, buscando aquellos castillos de hule y brincando una y otra y otra vez... Hasta que, al fin, he caído tantas veces que ya no supe cómo ponerme de pie. Quisiera poder volver a hacerlo. Ya no, todo eso está acabado.
- No podrás.
- Oh! ¿Por qué dices eso?
- ...
- No me mires así. Tú sólo ahuyenta los malos pensamientos.
- Es la realidad.
- No creo en eso, eso es una patraña, casi científica.
- No.
- Puedes decir lo que quieras....

Silencio, la mujer de la derecha cierra los ojos y su cabeza se ladea hacia donde están los asientos vacíos.

14.6.08

Sueño 2: Te fijás en el horno y ves que las galletitas están doradas, o casi doradas, en ese punto que te gusta. Las sacás con cuidado, con manoplas bordadas, una en cada mano. Apoyás la placa caliente a un costado y sacás las galletitas. Las ponés en una bandejita de madera, humean y se ven bien. Probás una, soplando para no quemarte. Escuchás afuera el choque, corrés la cortina derecha, todavía masticando la galletita de miel, saboreando. Ves el auto incrustado al colectivo y reconocés las nuca, volcada contra el volante, de tu marido. Al final,tragás.
Sueño 1: Un retorcido alambre corrompe el haz de luz blanca que te ilumina la cara. Acabas de salir de uno de esos bares de ruta caminando hacia tu auto, pateás enojada una piedra. Al final te subís a tu auto y manejás una hora, dos, tres. Llegás al primer hotel que encontrás en las afueras, pagás por adelantado una habitación al portero rubio, ojeroso, de anteojos que te atiende entre silbidos y frases hechas. La habitación es mejor de lo que pensabas que sería, tiene cortinas limpias y el papel higiénico está todavía dentro de su bolsita arriba del tercer estante del baño. Te tirás en la cama, cansada del viaje. Sacás de la valija azul, de cuero azul, un necessaire y de ahí dos pastillas: una blanca y una roja. Vas al baño, te relojeás en el espejo y te las tomás inclinando hacia la derecha la cara y bebiendo despacio pero derramando un poco el agua de la canilla. Apenas más tarde quedás desplomada en la cama, con el pelo castaño todavía lleno de hebillas que se enredan formando un asimétrico rodete y con el maquillaje puesto y corrido.

12.6.08

Un estanque sucio de agua no permite ver el fondo. Nos es confuso y lo imaginamos viscoso. Arriba, el árbol. Deja caer sus ramas vítreas a la superficie. No sabemos si hay algo de ellas debajo, al sumergirse imaginamos que la podredumbre, en principio, solo las caricia pero, luego, va penetrándolas hasta violarlas.
Entra en escena una mujer ciega vestida de noche, con cartera al tono. Parece desorientada, parece triste. Se arrodilla y hunde las manos, hechas un cuenco, en el estanque. Levanta el sorbo de fétidos desperdicios y toma. Su cara no muestra extrañeza ni horror pero le adivinamos en la mueca un asco esperado. Saca de su cartera un pastillero pequeño como un botón. Lo abre y saca dos pastillas rosas casi invisibles. Las traga. ¡Oh, Bendita Nanotecnología! ¡Qué bien nos cae!

10.6.08

Se acostó al lado mío y puso la cara contra mí. Tenía olor a jabón. Se lo dije. Tenés olor a jabón. Me dijo que no, que era demaquillante. No, es demaquillante. Le dí un beso, tenía un gusto amargo en la piel, definitivamente no era jabón.

5.5.08

Que qué grata tu presencia, qué grata, le dijo al anciano el bestial individuo de la mazmorra más pesada y más de piedra del castillo. El anciano, que estaba como muerto desde siempre, que no contesta nunca a tales simbólicas actuaciones de las criaturas encerradas, abre, nauseabundo, la salida. Vomita la sangre que se le descoagula en el estómago, como el fénix recomienda, se ha de vivir en la ventura y morir en el incesto, y el anciano vomitado se desnuda, vacía sus tripas, a grandes arcadas. La criatura gime de placer bestial, fascinado por el espectáculo. Entonces rompe de a tirones las cadenas y el alarido muestra que la desaparición del anciano, hecho, que la huida del animal, hecho.
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