14.10.07

La orientación antidinástica del clavo
insistía en sostener
a una marioneta,
a la madera clareada por el sol.

Se veía apenas delineada
la reja cuarteada como arena
retorcida entre las hiedras.

Grosa la rama principal
añade al nido un suelo silvestre
invertido el sentido del uso.

Solapa al santigüarse la doña
un dedo con el otro en la frente,
acaso reclinando un poco las rodillas.

Guiños, guiños, pajarito,
que al cantarse se soplan
acurrucadas las coplas,
en el viento enseñadas.

Roza, roza, pedregal,
bajo los pies de la niña
las ahuecadas arcillas
esconden el delantal.

A lo lejos el llano,
no se sabe ni ver
busca siempre un terruño
roído lo has de querer.

En cuna dorada de nene
el monte al guardarse cedió,
hundido en el sueño teme
olvidarse de si y de dios.

Siempre y cuando crezca,
semillita blanca y azul,
volverás a recordarlo
a aquel que el amor merezca.
Y siempre que el llanto amanezca
habrá planta que se riegue
con tus penas y guadañas
porque no hay amor sin saña,
ni hombre de buen corazón.
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