Me zurcan las manos invencibles del viento.
Con la caricia se vuelven las manos verdaderas de los árboles.
La verticalidad obliga a la planta,
cae enzarcillada sobre la piedra.
Llueve,
primero la hoja,
más tarde la rama,
el tronco,
la piedra,
última la montaña toda se deja arrasar por la nube.
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